lunes, septiembre 12, 2005

Tivoli y otras aventuras

Sábado, 10 de septiembre de 2005

En el fin de semana nunca se descansa, así que después de la fiesta de ayer tocaba volver a madrugar un poco porque había quedado en Tivoli a las 3. Hacía un día estupendo así que decidí ir hasta Copenhague en bici, aprovechando la euforia de tener mi nueva bici. El camino no se hizo largo para nada. No hay ni una cuesta e ir en un carril bici directo desde mi casa hasta Copenhague es todo un lujo. En media hora estaba entrando en la ciudad y disfrutando de todo el movimiento que tiene por las mañanas. Llegué hasta Rådhuspladsen (la plaza de la casa roja o algo así) donde me esperaba Ari, un californiano y otros amigos. Helena también vino. Pagamos la cara entrada, aunque yo fui el único que se puso la pulserita para montar en todo. Tivoli es un parque de atracciones muy danés. Con esto quiero decir que está todo muy cuidado y cada rincón está lleno de detalles. Está orientado en plan distintas culturas, con palacios árabes, casas chinas y mucho material relacionado con Andersen. Lo primero en lo que monté fue una especie de trenecito que te contaba cuentos de Andersen y veías diferentes escenas de sus cuentos interpretadas por robots muy graciosamente animados.
Luego apareció Federico que tenía también pulsera, así que empezamos a montar en todo. Lo peor fue montar en la torre que te sube unos cuantos metros para ver las preciosas vistas para luego bajarte a toda velocidad. Fui incapaz de disfrutar las vistas…
Unas cuantas montañas rusas más, un par de atracciones para niños y hasta una casa de los dioses vikingos donde se movían las paredes de forma que parecía que la casa daba vueltas.
A eso de las 12 y pico decidimos marchar. Podíamos habernos ido a un bar donde nos esperaban nuestros colegas americanos, pero decidimos marchar. Federico no vive en el mismo sitio que yo así que al salir de Copenhague cada uno tomó su dirección. Yo esperaba que el camino de vuelta fuera tan fácil como el de ida, pero en realidad las cosas cambian mucho de noche. Me perdí bastante y como no tenía mapa iba buscando las paradas de buses y mirando el mapa buscando la señal usted está aquí. Al final me di cuenta que me metí mal en algún momento y tuve que desandar  unos quince minutos en bici. No sentía ningún tipo de pánico a pesar de estar de noche perdido por ahí porque en Dinamarca siempre parece que estás seguro –estés donde estés. Lo único que me daba rabia es que tenía que volver a un cruce que no estaba nada iluminado en medio de la nada y encontrar la dirección correcta. Eran más de la una y yo estaba en una especie de bosque en medio de la nada sin más luz que los diodos de mi bici. Afortunadamente (esa fue la primera sensación) había un paisano paseando a su perro por ahí –un poco extraño no?- así que decidí acercarme a él y preguntarle en inglés como llegar a mi ciudad. Le pregunté en inglés y el sólo decía mm mm mm. A medida que me iba acercando y la luz de mi bici le iluminaba me di cuenta de un pequeño detalle; el hombre sólo llevaba una chaqueta, pero ningún tipo de pantalones. Así que decidí dejar de preguntar, dije thank you y pedaleé lo más rápido que pude en la dirección opuesta. Un rato después miré una parada de bus y descubrí que por fin había encontrado la ruta. Moraleja: nada de preguntar por ahí en sitios extraños a extraños – no saben inglés - ;)

En fin, otra aventura más, espero que la próxima vez que vaya a Copenhague sepa volver sin problemas…

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