
Bueno, pues la navidad se me escapó de las manos casi. Después de unos intensos y maravillosos días en casa, tocaba volver. En el avión me dio tiempo a recordar un poco cada día y a todas las personas que son tan importantes para mí en Gijón, como mi familia o mis amigos. Luego llegué a Copenhague, que me recibió con símbolos de cambio: una capa de 30 centímetros homogeneizaba todo el paisaje como le gusta hacer a la nieve. Me encantó. Y para terminar una pequeña anécdota de lo que se puede encontrar por Copenhague uno y a las que me estoy acostumbrando poco a poco: En el trayecto del aeropuerto a la estación central me senté en un vagón de descanso. Esto significa que no se puede hablar. Los daneses lo respetan todo así que un chico le llamaron al móvil y todos le señalaron el cartel de silencio y el colgó. En un minuto apareció un auténtico personaje. Se sentó enfrente del que había llamado la atención al chico y le empezó a hacer mofas mientras se tomaba una botella de cerveza y otra de licor. Luego, visto que no era suficiente para llamar la atención, se puso una máscara de goma que le hacía parecer un buda. Para terminar sacó un pito y se puso a pitar cada vez que llegamos a una estación. Yo no me lo podía, creer... En fin, vuelta a esta interesante ciudad y buenos recuerdos recientes de tanta vida vivida en Gijón
Un abrazo muy fuerte a todos mis lectores!